La Justicia Conculada


La fórmula es sencilla y escalofriante: buscar testimonios falsos de testigos profesionales y aplicar la máxima de que un auto de detención no se le niega a nadie.

Autor: Germán Patiño
Fuente: El País de Cali, 4 de febrero de 2013



Siempre he considerado que el derecho a la libertad es el más sagrado de los derechos humanos.

Pero en Colombia este derecho se pisotea a diario, en todos los ámbitos y sin ninguna consideración. Lo hace la guerrilla cuando toma rehenes, la delincuencia común cuando secuestra y, peor aún, los jueces cuando privan a alguien de su libertad sin pruebas. Ha pasado con gente sencilla y con personalidades notables que en muchas ocasiones pagan tributo a su celebridad.

La fórmula es sencilla y escalofriante: buscar testimonios falsos de testigos profesionales y aplicar la máxima de que un auto de detención no se le niega a nadie.

Está pasando ahora con Dilian Francisca Toro, como pasó recientemente con Sigifredo López. Aclaro que conocí a Dilian Francisca cuando fuimos compañeros de gabinete en la primera gobernación de Germán Villegas y ella se desempeñaba como secretaria de Salud Departamental. Me pareció una buena profesional y una ejecutiva eficaz.

No sabía entonces que ella iniciaba una carrera política que la llevaría a cosechar importantes éxitos, hasta llegar a desempeñarse como Presidenta del Senado de la República. Tampoco sabía de su capacidad camaleónica que le permitía cambiar de partido sin inmutarse. La conocí como liberal y luego se transmutó en destacada jefe uribista, en una voltereta deshonrosa. Y algo se le pegó de los vicios del dueño del Ubérrimo, en especial aquella filosofía perversa del “todo vale” que sumió al país en un abismo de inmoralidad y corrupción, en el que todo se volvió objeto de compraventa, desde las más altas dignidades del Estado hasta el más humilde puesto en la administración pública.
Dilian se volvió experta en esta forma de hacer política y se convirtió en la principal electora del Valle del Cauca. En el camino se alió hasta con el diablo, y en muchas ocasiones se la vio rodeada de personajes ‘non sanctos’, todo ello con un solo propósito: ganar más votos y acumular más opciones de cargos públicos para satisfacer a su clientela. Desde luego, esta forma de hacer política me repugna y jamás la acompañé en ninguno de sus empeños electorales.

Escribo lo anterior para que no se me malentienda cuando afirmo que Dilian Francisca Toro está injustamente detenida. Y que su caso es un buen ejemplo de cómo los jueces atropellan el sagrado derecho a la libertad.

Supuestamente Dilian es culpable por haber comprado una propiedad que se sospecha de procedencia ilícita. Pero la verdad, ella no compró esa propiedad, sino la empresa a la que pertenece y cuyo representante legal es el exsenador Julio César Caicedo, su esposo quien, si hay algo extraño, es el que debiera estar respondiendo ante la justicia. Tampoco se ha probado que la propiedad en cuestión tenga problemas legales, hasta el punto de que luego pasó a manos de prestantes familias vallecaucanas, sin que, hasta la fecha, haya alguien detenido por esa adquisición.

Aquí estamos ante un caso flagrante de violación del derecho a la libertad. Y me sospecho que se trata de una persecución política, hecha por otros voraces clientelistas, que utilizan a los jueces como instrumentos de revanchas politiqueras.

Llamo la atención sobre este caso, pese a las distancias que me separan de Dilian Francisca, porque creo que el derecho a la libertad no puede conculcarse en ninguna ocasión.